De origen escocés, su color cobrizo proveniene de las maltas especiales, que generan delicados aromas y sabores acaramelados desde el inicio hasta un final moderadamente seco, con leves notas tostadas.
Debido al clima frío en Escocia, el cultivo de lúpulo de buena calidad era muy limitado, por lo que los cerveceros escoseses estaban obligados a importarlo de sus vecinos ingleses. La rivalidad histórica entre estas dos naciones británicas imposibilito el uso de lúpulo en las cervezas escocesas por lo que se produjo una cerveza en que la malta era predominante, con la fermentación de la levadura más limpia que la cerveza Inglesa. Originalmente, el estilo de las cervezas escocesas estaba hecho con malta ligeramente marrón y mirto de los pantanos en lugar de lúpulo para obtener amargor. Después los fabricantes usaron más malta tostada y cebada sin maltear para el color. La cerveza escocesa moderna tiene menos amargor, y un sabor más dulce o tal vez afrutado debido al mayor uso de la malta.
